Gotas, eran muy gotas y caÃan por todas partes, sin saber de dónde ni por qué. El silencio y sus dotes azules embutiéndose por mis oÃdos y la presencia casi tangible de tu cuerpo, totalmente ausente, delante del mÃo. “hacerte aparecer cuando no estás, hacerte aparecer cuando no estás”.
No estás. El bien y el mal ya no son opciones, los dÃas pasan como siempre y me siento una mejor persona; mientras, a dios: confundido y algo viejo, la disminuida capacidad de observar a través de sus espejuelos le hacÃa cerrar los ojos, cuando se volvÃan desgarradores en sus tripas los deseos por ver cosas; en su mano derecha sostenÃa un lápiz amarillo para dibujar, y a pesar de su vilipendiable pulso y sobre las blancas paredes que habÃan cambiado hace mucho tiempo de color, lograba mediante trazos tartamudos y temblándole muy fuerte la piel, con la mano izquierda y todos sus dedos: soslayar, por segundos, la soledad.
Lo que el cielo pueda aportar a esta historia es innecesario: amenaza los matices del corazón, como un yunque celeste va perdiendo altura, despacio, sobre el resto abatido de nuestra evolución. Cualquier otra persona hubiese pensado lo contrario; tal vez por superficialidad, ignorancia o amor.
O no!
Y me cago de la risa, y la mierda que cae por mis piernas me hace recordar que la cuestión es trascender, y también las manchas de esa mierda sobre las calles de tu ciudad. Mientras, dios ordena volver a pintar las paredes blancas donde entorpecidamente dibuja, una vez más de otro color.
No creo estarme equivocando, aunque soy muy fiel partidario del cultivo impetuoso de opciones y de que a veces lo polÃticamente incorrecto, asà sin más, está muy bien! Algunos nunca volvieron de dios: ni en tiempo, ni en color.
No sé si las gotas caÃan por la ventana, por nuestros ojos o simplemente por nuestros deseos; eran muy gotas y caÃan por todas partes, sin saber de dónde ni por qué.