parte 1 (a un costado de la piel, el punto de ebullición de las personas)

Gotas, eran muy gotas y caían por todas partes, sin saber de dónde ni por qué. El silencio y sus dotes azules embutiéndose por mis oídos y la presencia casi tangible de tu cuerpo, totalmente ausente, delante del mío. “hacerte aparecer cuando no estás, hacerte aparecer cuando no estás”.

No estás. El bien y el mal ya no son opciones, los días pasan como siempre y me siento una mejor persona; mientras, a dios: confundido y algo viejo, la disminuida capacidad de observar a través de sus espejuelos le hacía cerrar los ojos, cuando se volvían desgarradores en sus tripas los deseos por ver cosas; en su mano derecha sostenía un lápiz amarillo para dibujar, y a pesar de su vilipendiable pulso y sobre las blancas paredes que habían cambiado hace mucho tiempo de color, lograba mediante trazos tartamudos y temblándole muy fuerte la piel, con la mano izquierda y todos sus dedos: soslayar, por segundos, la soledad.

Lo que el cielo pueda aportar a esta historia es innecesario: amenaza los matices del corazón, como un yunque celeste va perdiendo altura, despacio, sobre el resto abatido de nuestra evolución. Cualquier otra persona hubiese pensado lo contrario; tal vez por superficialidad, ignorancia o amor.

O no!

Y me cago de la risa, y la mierda que cae por mis piernas me hace recordar que la cuestión es trascender, y también las manchas de esa mierda sobre las calles de tu ciudad. Mientras, dios ordena volver a pintar las paredes blancas donde entorpecidamente dibuja, una vez más de otro color.

No creo estarme equivocando, aunque soy muy fiel partidario del cultivo impetuoso de opciones y de que a veces lo políticamente incorrecto, así sin más, está muy bien! Algunos nunca volvieron de dios: ni en tiempo, ni en color.

No sé si las gotas caían por la ventana, por nuestros ojos o simplemente por nuestros deseos; eran muy gotas y caían por todas partes, sin saber de dónde ni por qué.

hjuo alonso

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